Prefacio El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5 (APA, 2015), en su última versión, señala que los eventos traumáticos impactan en la “triada cognitiva” (Beck, 1976), ya que sacuden al individuo y cuestionan su manera de verse a sí mismo, a los demás y al futuro. Al vivir un desastre natural, es común que una persona tenga dudas sobre su capacidad para lidiar con los problemas derivados de la catástrofe, o bien, si posee los recursos necesarios para ello, lo cual le genere inseguridad. Asimismo, al ver que otras personas pueden reconstruir sus casas, sus vidas, incorporarse a un nuevo empleo o superar la pérdida de un ser querido, pueden llegar a sentirse menos hábiles y a desarrollar ideas sobre que otros no se interesan por sus problemas, los abandonan o traicionan. Estos pensamientos distorsionados pueden cambiar la visión que las personas tienen sobre la vida; el optimismo empieza a ser reemplazado por el pesimismo y la desesperanza, a lo que puede sumarse lentitud para tomar decisiones, problemas con el apetito, sueño, deseo sexual, enlentecimiento psicomotor y tristeza, la mayor parte del día, acompañada de aislamiento e inactividad. Así, se instala el ánimo negativo y, en algunos casos, depresión, desencadenados por el evento traumático del desastre natural. El pasado sismo del 19 de septiembre de 2017 (19S) en la Ciudad de México, además de una desafortunada y fatídica coincidencia con respecto
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